14.2.09

CINCO MINUTOS Y LA JUGUETERÍA



Todos los días, cuando el despertador me grita:
¡arriba carne de escritorio, toma tu portafolios!,
te esperan, la oficina, el tren, los colectivos,
las ocho horas diarias, el jefe, con sus iras.
Todos los días paso por la vidriera que me atrae,
que me atrapa, de una juguetería
y los cinco minutos que tarda el colectivo, vivo, toda una vida.

Un caballo de cartón galopa una ilusión por toda la vidriera
y un oso gordinflón pintado de marrón, ojos de lentejuelas,
a una princesa azul, con vestido de tul, gracioso se le acerca,
para bailar el vals que toca en su acordeón un viejito de cera.
Se acerca el batallón de plomo y el tambor marca su rataplán,
parecen de verdad, quien sabe a donde van, que guerra los espera.
Aldeanas de papel se asoman al balcón de alguna casa vieja,
pañuelos de color le van diciendo adiós, con lágrimas de temperas.
Pero hay un niño dios dormido en su jergón con las palmas abiertas
y todo el batallón, se queda en su lugar, ya no marcha a la guerra
y de felicidad, un mono de peluche hace sus piruetas
y bailando un minué, le va pisando el pie a una marioneta.
Sentado en su rincón, bonete de color con su boca grotesca,
hace a todos reír, entrega el corazón en cada voltereta,
un payaso de amor, un loco, un soñador, un sentido poeta,
que da felicidad y se sienta a llorar, sus lágrimas de pena.
El tiempo ya pasó, yo no soy un juguete, no me puedo quedar.
Al diablo la oficina, el tren, los colectivos, las ocho horas largas,
el jefe con sus iras, si tengo el corazón del oso de cartón,
quiero bailar un vals y ponerme un bonete,
no marchar a la guerra y ver de cerca a Dios,
dormido en su jergón, con las palmas abiertas
y después de cantar, de reír, de bailar, de saltar,
de pasar por bufón, de dar el corazón,
por que soy un poeta, un loco, un soñador,
hacer como el payaso, llorar mis penas, solo, sentado en un rincón.

RAFAEL AMOR®

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