28.4.06

CANCIÓN PARA UNA LÁGRIMA (escuchar)

Recitado

0Y ¡cuántos suspiros perseguidos!.
¡Y cuánta virginidad ahogando los sentidos
por temor al pecado!. ¡Cuánta hipocresía!
¡Qué naufragio de besos y latidos!
¡Cuánto amor y sueños reprimidos!
¡Cuánto fracaso! ¡ Cuánto olvido!
¡Qué soledad!
¡Ah el amor!, que cuando llega invade todo
lo nace a uno, cambia los colores, pone alas en
el alma, derriba fronteras de pudores,
deja una dulce angustia en los pechos,
un sol desesperado por la piel,
pone asombros de luz en los rincones,
un adiós pendiente en cada encuentro.
¡Ah! La caricia primera hiriendo de temblores
las alas de las manos nuevas,
¡Ah! La simple palabra del te quiero.
¡Ah! La manzana inocencia en las mejillas,
¡Ah! Los besos breves como mariposas copulando en el aire.
¡Ah! La lágrima.

Cantado

Era de nácar y luz,
esmeralda matinal.
Era un trino canto miel
en el pico de un gorrión,
tímido temblor, azul.

Era un suspiro de sol,
sobre un pétalo de flor.
Era un sueño musical
en el ala tornasol,
de una mariposa de cristal.

Así era la lágrima sentida,
la primera que en la vida,
nos llora el corazón.
Cuando la inocencia nos habita
y en el pecho nos palpita
cristalina una ilusión.

Hoy encuentro en tu mirar
esa lágrima de amor.
Quisiera ser un gorrión
para poderte robar
en un beso el corazón.

Quiero emborracharme con tu boca
las mariposas locas
del poeta que hay en mí.
Déjame una lágrima siquiera
para prendérmela al alma
cuando ya no estés aquí.

Recitado

Cielo claro, tarde clara,
y tus ojos, ¡ah tus ojos!
Dos círculos concéntricos
en el charco azul de tu mirada.
Cielo claro, tarde clara.
Y tu boca y tus besos una pena
que se me astilló en el alma.
Noche clara, claro cielo,
juntos soñamos atrapar en aquel
charco el lucero, porque
amando, hasta en un charco
cabe el cielo.
Tarde triste, triste cielo,
ya te has ido.
Buscar el olvido es hallar
el recuero.
Noche oscura, no hay lucero,
pero te quiero, tanto, tanto
que en un sola lágrima de mí
llanto cabe el cielo.

RAFAEL AMOR®

¡No hay justicia para los pobres en América!


"¡No hay justicia para los pobres en América!
...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas, altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia.
...Por eso muero y estoy orguloso de ello! No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruída..."

 
Nicola Sacco
 
 
Esta sección de El Ortiba es un pequeño homenaje a la memoria de Nicola Sacco, italiano, militante anarquista, zapatero y padre de familia, injustamente acusado junto a Bartolomeo Vanzetti de un crímen que jamás cometieron, por lo cual fueron ejecutados en la silla eléctrica en 1927. Desde entones sus nombres quedarían indisolublemente unidos en la memoria colectiva como expresión de indignación ante la injusticia. Aunque Sacco y Vanzetti hubieran cometido realmente aquel delito, no terminarían en la silla eléctrica por ello sino en su condición de POBRES, EXTRANJEROS Y ANARQUISTAS. En 1977 -cincuenta años después de la ejecución- el Estado de la Unión se excusó públicamente por las graves fallas cometidas durante el proceso a Sacco y Vanzetti, proclamó su total y absoluta inocencia y pidió históricas disculpas, salvando "el buen nombre y honor" de los mártires. No hacía ninguna falta: Sacco y Vanzetti habitan la memoria de los pueblos, como símbolo y bandera de todo movimiento de liberación y del anarquismo internacional. Los pueblos no creen en historias oficiales.
                                                                                                            Horacio Sacco

20.4.06

JORGE LUIS BORGES

LA ESCRITURA DE DIOS


La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianero la corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de la bóveda; de un lado estoy yo, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom, que Pedro de Alvarado incendió; del otro hay un jaguar, que mide con secretos pasos iguales el tiempo y el espacio del cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana con barrotes corta el muro central. En la hora sin sombra se abre una trampa en lo alto,, y un carcelero que han ido borrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne. La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar.

He perdido la cifra de los años que yazgo en la tiniebla; yo, que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, no hago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el fin que me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo de pedernal he abierto el pecho de las víctimas, y ahora no podría, sin magia, levantarme del polvo.

La víspera del incendio de la pirámide, los hombres que bajaron de altos caballos me castigaron con metales ardientes para que revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delante de mis ojos, el ídolo del dios; pero éste no me abandonó y me mantuvo silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron, me deformaron, y luego desperté en esta cárcel, que ya no dejaré en mi vida mortal.

Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algún modo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía. Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número de unas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Así fui revelando los años, así fui entrando en posesión de lo que ya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdo preciso; antes de ver el mar, el viajero siente una agitación en la sangre. Horas después empecé a avistar el recuerdo: era una de las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió, ni con qué caracteres; pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido. Consideré que estábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que mi destino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegio de intuir esa escritura. El hecho de que me rodeara una cárcel no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto miles de veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla.

Esta reflexión me animó, y luego me infundió una especie de vértigo. En el ámbito de la tierra hay formas antiguas, formas incorruptibles y eternas; cualquiera de ellas podía ser el símbolo buscado. Una montaña podía ser la palabra del dios, o un río o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el curso de los siglos las montañas se allanan y el camino de un río suele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y la figura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. La montaña y la estrella son individuos, y los individuos caducan. Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generaciones de los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres. Quizá en mi cara estuviera escrita la magia, quizá yo mismo fuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé que el jaguar era uno de los atributos del dios.

Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor.

Dediqué largos años a aprender el orden y la configuración de las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante de luz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachaban el pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayas trasversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, se repetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra. Muchas tenían bordes rojos.

No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a la bóveda que era imposible descifrar aquel testo. Gradualmente, el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que el enigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta? Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposición que no implique el universo entero; decir el tigre es decir los tigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, el pasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madre del pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en el lenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenación de los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo, la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria. Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra, y en esa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puede ser inferior al universo o menos que la suma del tiempo. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobres voces humanas, todo, mundo, universo.

Un día o una noche -entre mis días y mis noches ¿qué diferencia cabe?- soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárdel, y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando: con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil: la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: "No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable, y morirás antes de haber despertado realmente."

Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité: "Ni una arena soñada puede matarme, ni hay sueños que estén dentro de sueños." Un resplandor me despertó. En la tiniebla superior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos del carcelero, la roldana, el cordel, la carne y los cántaros.

Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más que un descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios, yo era un encarcelado. Del incansable laberinto de sueños yo regresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad, bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejo cuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.

Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos: hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total, y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estaban las causas y los efectos, y me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad, y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escriturad del tigre.

Es una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales), y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso. Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para que el día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal, para que el tigre destrozara a Alvarado, para sumir el santo cuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, para reconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo, Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo de Tzinacán.

Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres. Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del universo, no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Ese hombre ha sido él, y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro, si él, ahora, es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.

17.4.06

MIGUEL HERNANDEZ

PARA LA LIBERTAD SANGRO

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


Miguel Hernandez

16.4.06

Cesar Isella


Si algún golpe de suerte a contrapelo,
a contra sol, a contra luz, a contra vida,
te torna pájaro que quiebra el vuelo
y te revuelca con el ala herida.

Si hay tanto viento para andar las ramas,
tanto celeste para echarse encima
y pese a todo vuelve la mañana
y está el amor que su milagro arrima.

¿Por qué caerse y entregar las alas?
¿Por qué rendirse y manotear las ruinas?
Si es el dolor, al fin, quien nos iguala
y la esperanza quien nos ilumina.

Si allí un golpe de suerte a contrapelo,
a contra sol, a contra luz, a contra vida,
abrí los ojos y tragate el cielo,
sentite fuerte y empuja hacia arriba.
 
Cesar Isella

8.4.06

“TALARA”

"TALARA"
05/12/1959

Zona petrolífera del sur del Perú (Texto explicativo)

Talara, no digas "yes"

mira al mundo cara a cara;

soporta tu desnudez

... y no digas "yes", Talara.

Mi raza, al igual que tú

tiene sus zonas ajenas:

tú por petróleo en tus venas,

yo por ser como Esaú.

A veces no es el Perú

lo que está bajo tus pies.

Yo a veces cojo la mies

para que otro se la coma.

Si sólo es nuestro el idioma

Talara, no digas "yes".

Lo que ganas y te dan

recíbelo sin orgullo:

es un diezmo de lo tuyo,

es migaja de tu pan.

Y si acaso un holgazán

a patriota te retara,

deja que siga la piara

en su cuadrúpeda insidia;

si el mundo entero te envidia

mira al mundo cara a cara.

Pero cuando tus entrañas

ya no tengan más que dar

y no haya qué perforar

en tu mar ni en tus montañas;

cuando lagartos y arañas

a la "rotaria" hagan prez;

cuando la actual fluidez

se extinga como el ocaso,

contra el viento de "El Tablazo"

soporta tu desnudez.

Ese día está lejano

y ojalá no llegue nunca,

mas como todo se trunca

pensemos en todo, hermano:

Si te dedicas al grano

yo te traeré agüita clara,

y si en el desierto se ara

te serviré de semilla,

... y no dobles la rodilla,

... y no digas "yes", Talara.


NICOMEDES SANTA CRUZ

6.4.06

LA RUTINA (EL TREN)


Por la vía de los días, va la vida como un tren.
Como un tren desesperado, que no llega a ningún lado,
cada vez más apurado, más violento cada vez.
Va en su ritmo enloquecido, con su carga de oprimidos
van dormidos los cansados, la esperanza la colgaron
en el clavo del olvido, van sin fe, desengañados.
Desvalidos y alienados, idealistas y mendigos,
juntan sol en los bolsillos para el hambre o para el canto,
como pan o como rayo, como luz o como abrigo...
Donde van, donde van...
Prostitutas muy astutas, que se venden con descaro
mientras otras con recato, van rezando con mesura,
entre un cura y un soldado, un beato y una pura.
Traficantes opulentes, un verdugo asalariado, un fenicio con su oficio de estafarte más barato, una monja y su rosario, intrigantes, obsecuentes,
un cafishio un confidente, y burgueses, pobres gatos.

Poderosos empresarios, compran todo con denarios.
No le dan más importancia que a la pérdida o ganancia
de su imperio monetario. No les duelen las maneras,
son capaces por monedas, de llevarte hasta el calvario.
Pacifistas y exaltados, convencidos o comprados,
apocados triunfalistas, mequetrefes de la moda,
respetables sinvergüenzas que se mezclan con los sabios,
energúmenos de turno, moralistas en desuso,
con las vueltas de la noria, van perdiendo la memoria,
con la gloria y los abusos y el poder que los traiciona
se convierten en corruptos, los peores de la historia.
Donde van, donde van...
Van los nobles sin un cobre, van los pobres que son nobles, va el payaso y el gracioso, el obrero y el ocioso,
con el intelectualoide, el honrado y el mafioso,
va el burócrata y el ácrata, aristócratas y esclavos, nuevos ricos y enchufados, el tirano y el demócrata.
Llora el bueno, ríe el malo, el mediocre y el tecnócrata
el enano que ha crecido y se siente un dios subido,
a su triunfo de cartón, y que esconde en el dinero sus miserias de rastrero y su cola de ratón.
Va el idiota y el valiente, el patriota, el mercenario, el travestí y el fumado el eterno indiferente
que se esconde tras el diario, de sí mismo y de la gente. Van los niños olvidados, la ternura sin amparo,
la inocencia traicionada por tabúes, por engaños,
estos niños están listos y mañana marcharán
en el tren desesperado que no llega a ningún lado, que no sabe a donde va, con un grito desgarrado,
que lástima los costados de la enferma sociedad
Libertad, libertad, libertad...

Recitado

A la calle
a buscarlo al torbellino,
a la infame carrera sin sentido,
a poner el pie al que viene al lado.
A vender hasta la madre, a ser vendido.
A besar el pie del amo
a oxidarse en las fábricas, como una máquina más,
en el olvido.
O tragar siglos de sellos y de tinta,
ser un expediente más en la oficina.
Vamos, que el pan no nuestro de cada día
todo lo justifica.
Nada de versos, ni de pájaros,
no se permite, ni un sueño, ni poesía.
Los poetas están llenos de pájaros,
por eso, sueltan alas cuando abren la boca.
Compañera, si pudiéramos pararnos a oír
crecer los árboles, o intuir el aleteo
de las mariposas. Asombrarnos con los pequeños milagros
de la vida. Compañera, es que pasamos de largo casi siempre,
si pudiéramos amarnos sin violencia, lentamente,
abrirnos al sol de nuevo hijo sin pensar
si nos alcanza el bolsillo, cuando nos debería bastar la vida
para hacer la vida.
Si pudiéramos estar poro a poro y con todos los sentidos
latiendo en cada estambre, en cada pétalo,
en cada explosión vital, aún en la más mínima.
Vivir desde cada célula, intensamente pero en paz,
oler a rocío por las noches y a sol. En las mañanas
despertar sin que el martillo de los días
intente clavarnos un número a la espalda.
Si pudiéramos vivir, romper las cadenas.

RAFAEL AMOR®

CORAZÓN LIBRE


Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia,
los únicos vencidos corazón, son los que no luchan.
No los dejes corazón que maten la alegría,
remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas.

No te entregues corazón libre, no te entregues.
No te entregues corazón libre, no te entregues.

Y recuerda corazón, la infancia sin fronteras,
el tacto de la vida corazón, carne de primaveras.
Se equivocan corazón, con frágiles cadenas,
más viento que raíces corazón, destrózalas y vuela.

No te entregues corazón libre...

No los oigas corazón, que sus voces no te aturdan,
serás cómplice y esclavo corazón, si es que los escuchas.

No te entregues corazón libre...

Adelante corazón, sin miedo a la derrota,
durar, no es estar vivo corazón, vivir es otra cosa.

No te entregues corazón libre...

RAFAEL AMOR®

1.4.06

NO ME LLAMES EXTRANJERO

No me llames extranjero, por que haya nacido lejos,
O por que tenga otro nombre la tierra de donde vengo
No me llames extranjero, por que fue distinto el seno
O por que acunó mi infancia otro idioma de los cuentos,
No me llames extranjero si en el amor de una madre,
Tuvimos la misma luz en el canto y en el beso,
Con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho.

No me llames extranjero, ni pienses de donde vengo,
Mejor saber donde vamos, adonde nos lleva el tiempo,
No me llames extranjero, por que tu pan y tu fuego,
Calman mi hambre y frío, y me cobije tu techo,
No me llames extranjero tu trigo es como mi trigo
Tu mano como la mía, tu fuego como mi fuego,
Y el hambre no avisa nunca, vive cambiando de dueño.
Y me llamas extranjero por que me trajo un camino,
Por que nací en otro pueblo, por que conozco otros mares,
Y zarpé un día de otro puerto, si siempre quedan iguales en el
Adiós los pañuelos, y las pupilas borrosas de los que dejamos
Lejos, los amigos que nos nombran y son iguales los besos
Y el amor de la que sueña con el día del regreso.
No me llames extranjero, traemos el mismo grito,
El mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre
Desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras,
Antes que vinieran ellos, los que dividen y matan,
Los que roban los que mienten los que venden nuestros sueños,
Los que inventaron un día, esta palabra, extranjero.

No me llames extranjero que es una palabra triste,
Que es una palabra helada huele a olvido y a destierro,
No me llames extranjero mira tu niño y el mío
Como corren de la mano hasta el final del sendero,
No me llames extranjero ellos no saben de idiomas
De límites ni banderas, míralos se van al cielo
Por una risa paloma que los reúne en el vuelo.

No me llames extranjero piensa en tu hermano y el mío
El cuerpo lleno de balas besando de muerte el suelo,
Ellos no eran extranjeros se conocían de siempre
Por la libertad eterna e igual de libres murieron
No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
Mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo,
Y verás que soy un hombre, no puedo ser extranjero.

RAFAEL AMOR®