27.11.05

Convencernos







Letra y Música: Eladia Blázquez / Chico Novarro

Convencernos que somos capaces,
que tenemos pasta y nos sobra la clase.
Decidirnos en nuestro terreno
y tirarnos a más, nunca a menos.

Convencernos, no ser descreídos
que vence y convence el que esta convencido.
No sentir por lo propio un falso pudor,
aprender de lo nuestro el sabor.

Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...

Convencernos un día de veras,
que todo lo bueno no viene de afuera.
Que tenemos estilo y un modo,
que hace falta jugarlo con todo.

Convercernos, con fuerza y coraje
que es tiempo y es hora de usar nuestro traje.
Ser nosotros por siempre, y a fuerza de ser
convencernos y así convencer.

Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...

Queremos ser, alguna vez,
en el después nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también venite con nosotros.
La realidad es, en verdad,
tratar de ser nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también quedate con nosotros.
¡No con otros, con nosotros, como debe ser!

18.11.05

CANCIÓN OTOÑAL (nov. 1918)











Lorca retratado por un fotógrafo ambulante en la plaza de Urquinaona, Barcelona, 1927. Federico ha convetido la fotografía en imagen de San Sebastián, con alusiones a Salvador Dalí, destinatario de la misma. Cortesía de Anna María Dalí.

Federico García Lorca (1898 - 1936)

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Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.

8.11.05

La Pena de Muerte

MARÍA ELENA WALSH
por María Elena Walsh

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos. Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado. Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco. Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial. Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia. Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante. Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre. Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios. Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales. Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente. Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno. Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos. Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común. A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

aparecido originalmente en Clarín, 12 de setiembre de 1991

3.11.05

.............Reír llorando.............





Viendo a Garrik, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
"Eres el más gracioso de la tierra,
y el más feliz"... Y el cómico reía.
Víctimas del "spleen" los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su "spleen" en carcajadas.

«Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
-Sufro —le dijo— un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo:
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno "spleen" muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -Tanto he viajado.
-Las lecturas buscad. -Tanto he leído.
-Que os ame una mujer. -Si soy amado.
-Un título adquirid. -Noble he nacido.
-¿Pobre seréis quizás? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -Tantas escucho.
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Váis a los cementerios? -Mucho... mucho.
-¿De nuestra vida actual tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos, mis amigos,
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

«-Me deja —agrega el médico— perplejo
vuestro mal. Mas, no debo acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik podéis curaros.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrik... La más remisa
y austera sociedad lo busca ansiosa;
todo aquel que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.
-¿Y a mí... me hará reír? -Oh, sí, os lo juro.
El, sí, nadie más que él. Mas... ¿qué os inquieta?
-Así —dijo el enfermo— no me curo;
yo soy Garrik... cambiadme la receta.

«Cuántos hay que cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio.
¡Oh, cuántas veces al reír se llora!
Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe.
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas.
Aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.»

Juan de Dios Peza